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La idea: ¿de dónde obtengo un argumento?

Esperando el vuelo

Hace unos días comenté en la publicación ¿cómo concebir una novela? la importancia de tener una idea (un argumento o trama) para iniciar nuestro relato.

Siempre les digo a mis alumnos que planteen las ideas antes de abordar la redacción de un texto, cualquiera que sea. Esbozar en pocas líneas nuestro propósito y añadir algunas frases orientativas.

Hay un universo de historias infinitas sobre las que escribir. No todo está dicho y si se ha dicho, cada individuo puede aportar un punto de vista distinto o mirar el objeto desde otra óptica.

Para empezar, cada persona tiene su propia historia, y aunque parezca igual, no lo es. La forma de interpretar la realidad, la percepción de lo cotidiano varía de individuo a individuo. Todos llevamos un narrador dentro y nos encanta compartir nuestras historias cotidianas, o sentarnos en una cafetería con viejos amigos para evocar la juventud o la infancia y ser felices también con ello.

Algunos autores no revelan cómo eligen sus historias. Otros dicen que son las historias quienes los eligen a ellos. Puede ser que encuentres una noticia en un periódico y te inspires. Puede ser que un sobre de azúcar contenga una sugerente frase con la que iniciar un relato. La historia personal, la de la familia, la del colegio o la de un viaje…

Elige un conflicto o invéntalo en torno a uno o varios personajes. Preséntalo, enrédalo en un problema y busca una solución.

Los fotógrafos se valen de sus máquinas para captar momentos de la vida y transformarlas en mensajes. El que desee escribir seguro que observa la realidad como hace un pintor o un fotógrafo, pero en lugar de colores o imágenes, compondrá el cuadro con palabras.

Un ejemplo: ¿hay algo en particular en una pasajera que aguarda la señal para embarcar en el avión que la llevará a su destino? Tal vez no. Pero tal vez sí. La disposición en el asiento, los movimientos que haga, levantarse o sentarse, estirar las piernas, rebuscar en el bolso, llamar por teléfono, perder la vista en el techo de la sala… Para alguien que le guste escribir, ahí puede haber una historia. Tenemos el personaje, ¿Cuál será la trama? ¿Cuál será el nudo? ¿Cuál el desenlace?

Si consigues responder a estas preguntas, tendrás el argumento de tu historia.

¿Cómo concebir una novela?

Pertenezco al grupo de personas que escribe de manera espontánea, sin mucha planificación. Tal vez porque mis primeros lectores han sido siempre mis hijos y a ellos les dedico el esfuerzo sin pensar quién más leerá mis textos luego. De momento esa es la motivación principal. A veces ellos mismos me «encargan» la historia que les gustaría leer: una de héroes de pacotilla, una de fantasía, una de ficción.

Así me dejo llevar y parto de una idea, por supuesto, pero dejo que los personajes, los lugares y la trama vayan construyéndose, como si tratara de rellenar La Nada de Michael Ende, aquella que engullía la fantasía.

Para mí, escribir es un proceso catártico que me abre una puerta a otra habitación de casa y me lleva a recuperar objetos extraviados en la memoria o doy rienda suelta a pensar qué sucedería si… Suelo cerrarla a mis espaldas y dejarme arrastrar por el personaje o los personajes. Disfruto del proceso de maduración de ellos, de cómo van evolucionando de manera imprevisible a lo largo de las páginas.

Concebir una estructura previa me resulta muy complicado. Creo que no conseguiría llegar a ninguna parte. No tengo la paciencia de programar y prefiero improvisar. Luego, voy rellenando los huecos y empujando las cosas hacia una parte u otra cuando encuentro la respuesta que estaba buscando.

Pero no es la única fórmula. También puedes ser una persona minuciosa, que no te gusta dejar nada al azar. Es posible concebir la obra capítulo a capítulo, paso a paso. Determinar los nudos y desenlaces. Preconcebir la estructura, tener lista la información…

O moverse en medio de las dos líneas. Lo importante es la IDEA.