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La descripción del personaje

Tenemos una historia para escribir nuestro relato. ¿Por dónde empiezo?

La descripción del personaje

Hay un punto de partida en la literatura que se asemeja a las artes escénicas o al cine. Si te fijas, todo comienza con un protagonista o varios, a los que les ocurre algo (la acción) en algún lugar (el escenario) y en algún momento (el tiempo).

Comenté en otra entrada que la creación del personaje es el punto de partida de un relato. Si quieres, puedes repasarlo y luego vamos al siguiente paso: ahondaremos en las fórmulas para dotar de credibilidad al protagonista, pero sin estridencias, ni exageraciones.

De entrada no veo necesario que comiences a redactar elaborando una lista detallada de cualidades o de rasgos físicos de nuestro personaje. Sucede igual cuando conocemos a una persona, tampoco sabemos todos los detalles de su personalidad o de su vida. Las relaciones interpersonales se van alimentando de manera progresiva hasta llegar a un conocimiento casi pleno de la otra persona. En el relato, vamos a hacer algo similar: los personajes se irán desvelando poco a poco, cuando mejor convenga.

Si vas a destacar rasgos físicos (PROSOPOGRAFÍA), cíñete a los que sean relevantes y necesarios para la historia. Tal vez el color de los ojos no importe en absoluto, o todo lo contrario: el color o la forma de los ojos puede influir en la percepción de otros personajes que interactúan; por ejemplo, porque tienen miedo al sentirse escudriñados o se enamoran de la persona por la manera de mirarlos…

Puedes usar la voz del narrador, la de otros personajes o la propia del protagonista para describir su físico o sus cualidades (ETOPEYA).

El RETRATO del protagonista es la suma de su aspecto exterior e interior (prosopografía + etopeya). Si todo encaja de manera natural y aparece cuando sea relevante, estás haciendo un buen trabajo.

Recurre a figuras literarias como exagerar algún rasgo, pues te interesa CARICATURIZARLO o COSIFICARLO. Ya sabes: «Érase un hombre a una nariz pegado».

La descripción del protagonista tiene un sentido práctico en tu relato. Dale vida con naturalidad y emplea los diálogos para que se muestre tal y como es.

Este pequeño fragmento es un ejemplo de PROSOPOGRAFÍA. Describe las sensaciones que le producen al protagonista el encuentro con un personaje femenino, del que se enamora a primera vista:

«Casto pensó que las pupilas negras habían notado el salto de su corazón al abrir la puerta. Se ruborizó cuando miró el ombligo. Los ojos, la sonrisa blanca perfecta, el cuello delicado, el cuerpo proporcionado y el color tostado de su joven piel hicieron que el docente se enamorara a primera vista». (Las Aventuras de Sebastián III)

Las escenas

Una película o una obra de teatro tiene múltiples escenas, unas veces narrativas, otras son diálogos, o reflexiones o descripciones. La suma de las escenas alimenta el argumento.

Cuando construimos una escena tenemos que tener en cuenta cómo trazar el argumento de nuestro relato: ¿Qué relación tiene con lo anterior y con la siguiente escena?

Vamos a suponer que deseamos describir un personaje desmotivado porque no quiere ir al colegio. Tiene un examen difícil que no ha estudiado, un abusón se comerá el bocadillo en la hora del recreo…  El OBJETIVO de la siguiente escena, que propongo como ejemplo, es describir esa desmotivación:

Alberto abrió los ojos y los volvió a cerrar de inmediato. Los párpados le pesaban más de lo habitual cuando se trataba de ir al cole. Le bastó un segundo para darse cuenta de que era la hora de salir de la cama, pero no quiso asumir el reto de enfrentar el nuevo día.

Arrebujado entre la cálida sábana de franela y el edredón grueso volvió a acomodarse en el mullido colchón donde se sentía protegido, como si aquellas mezclas de telas sintéticas y algodón fueran sólidas almenas de un imponente castillo, circundado por un profundo pozo, a su vez inundado con aguas fétidas, repleto de voraces cocodrilos y provisto de un consistente puente levadizo con trampas cruentas. Quería terminar el sueño donde los enemigos que lo sitiaban caían directos a los afilados dientes de los hambrientos reptiles, o morían ahogados en las infestadas aguas, cuando osaban asaltarlo.

Sitiado, pero feliz dentro de la seguridad de su refugio, no intentó desperezarse, y se entregó a la historia: desde las inalcanzables almenas, disparaba con puntería las flechas que procedían de un inagotable carcaj.

El diálogo narrativo

Los diálogos aportan credibilidad al relato.

Un buen diálogo añade realidad a la historia. ¿Cuántas veces hemos reproducido las palabras de una conversación en forma de diálogo? El narrador tiene la posibilidad de dejar que los propios personajes se expresen, informen y describan la acción. A través de sus palabras el personaje puede desvelar su forma de pensar o sus emociones. Sobre todo, ES LA FORMA NARRATIVA MÁS CERCANA AL LECTOR.

Desde el punto de vista formal, es decir, a la hora de escribir un diálogo, recomiendo la lectura del uso de la raya (y no del guion) que explica la Real Academia de la Lengua Española.

En los textos narrativos, la conversación de un personaje se introduce con una raya:

Espero que todo salga bien —dijo Azucena con gesto ilusionado.

En este caso, cerramos la raya porque a continuación el narrador hace una acotación (da una explicación), estas acotaciones se llaman «incisos». Si queremos que el personaje siga hablando después del inciso añadimos el signo de puntuación que mejor convenga (en este caso punto, coma y dos puntos):

—Lo principal es sentirse viva —explicó Pilar—. Afortunada o desafortunada, pero viva.

Lo principal es sentirse viva —añadió Pilar—, bien viva.

Anoche estuve en una fiesta —me confesó, y añadió: Conocí a personas muy interesantes.

Si necesitamos que el narrador ahonde en las explicaciones, comenzamos con una raya el inciso que hace el narrador:

No se moleste. —Cerró la puerta y salió de mala gana.

Aclarados los formalismos, podría decirse que no es la única fórmula para hacer hablar al personaje. Existen otras clases de diálogos que transgreden estas normas, como el discurso indirecto, el discurso libre; pero para empezar es suficiente conocer la base.

Pasemos a explicar qué condiciones han de reunir los diálogos para enriquecer el texto narrativo:

Naturalidad y precisión: Los personajes son seres vivos que se comunican entre ellos de manera natural. No hay que forzarlos. Las palabras de los personajes deben de ser las necesarias. Ejemplo de un diálogo entre un visitante y un personaje oriundo que lo acompaña:

―Yo soy de aquí mismo. Vivo allá por el Valleseco, que le decimos ―le desveló―. ¿Y a dónde va? ―preguntó con la curiosidad del nativo ávido de noticias del mundo al otro lado del océano.

―Quiero ir al norte de la isla. ¿Has estado?

―No, don Pedro. Eso es muy lejos. Yo me muevo por aquí cerca. A la mar pa pescar y al monte a por leña pa la cocina. Poco más.

Intencionalidad: Cuando se usa un diálogo en medio del relato hay un propósito. No se hace para rellenar huecos. Refleja la personalidad del personaje, está ligado al contexto de la trama, se abren vías, dudas, emociones… Ejemplo que deja ver la tristeza:

―De aquí se van todos los que ahorran 20 duros. Se echan al mar en cuanto pueden. Algunos regresan y se pasean ufanos ―dijo y apartó la mirada―. Otros no vuelven…

―¿Un esposo?

―Uno que lo pretendía ―respondió con la cabeza vuelta a la calle.

―Marchó y no ha vuelto, supongo.

―Algo así…

―Discúlpeme. No quiero ahondar en la herida.

―Ya no me duele. No se preocupe ―dijo y siguió el ajetreo de la calle con la mirada.

Fluidez: Los diálogos entre personajes deben de ser fluidos, tener un ritmo propio y esa fluidez ha de estar relacionada a la situación que se describe. Ejemplo de un interrogatorio:

―¿No insinuará…?―preguntó con los ojos abiertos.

―Lo afirmo.

―Yo no estaba.

―Hay testigos, hay pruebas ―insistió el policía.

Coherencia: Los diálogos han de coincidir con el registro de cada personaje y reflejar sus emociones en cada momento que interviene.

Verosimilitud: Hay que intentar que el diálogo sea creíble.

En la ficción no hay lugar para frases que no sean significativas; aun la conversación más intrascendente debe mostrar algo de los personajes implicados.

La creación del espacio

espacio en la narración
Descripción del espacio en la narración

El espacio donde se mueven los personajes debe tener un propósito. Es un recurso que debemos conectar con todos los demás en el desarrollo de nuestra historia.

El curso de novela organizado por escritores.org me está siendo muy productivo en ese aspecto. La perspectiva del lector y del escritor son diferentes, eso lo tenía claro, pero al cruzar al otro lado no disponía de los ojos para llegar a esa conclusión. Las explicaciones me los han abierto de par en par.

Al principio de mis escritos actué un poco por instinto, pero inconsciente de la necesidad de aplicarse con el espacio, tanto como con el resto de elementos que se mezclan y caen por el único hueco del embudo. El resultado es todo lo que el lector ha de sentir y experimentar frente a la historia que tiene entre sus manos.

En el proceso de construcción del relato he hablado de la idea y el personaje. Ahora quiero compartir algo sobre el lugar donde se ubican y se mueven los personajes.

Nuestros personajes están rodeados por determinados escenarios cuya descripción ha de contribuir a nuestra necesidad de trasmitir un sentimiento o un conflicto. Un ejemplo muy sencillo puede ser el siguiente:

Laura salió a la calle (abarrotada/vacía). (Apenas) unos (pocos) viandantes andaban (alegres/taciturnos).

Si el objetivo del narrador es celebrar la alegría del personaje que acaba de recibir una buena noticia, o por el contrario, contar lo disgustada que estaba por un fracaso, el escenario descrito tomará uno u otro giro.

Los lugares en los que se sitúan los hechos desempeñan un papel fundamental en el desarrollo de la novela que, para numerosos escritores, toma cuerpo cuando instalan los hechos en un lugar que les mueve los sentimientos.

Creación del personaje 2

Atrapada en el tiempo
Cubierta de Atrapada en el tiempo

En la última publicación del 1 de febrero abordé algunas cuestiones acerca de la creación del personaje y qué consecuencias tiene su buena hechura. De ello puede depender que  trascienda a su propio creador incluso.

Para mi segunda novela corta, Atrapada en el tiempo, di a luz a Alba, una adolescente que de manera involuntaria y arbitraria despierta el mismo día, un lunes a principios del curso escolar.

Quería empujarla a una transformación de su visión del mundo para que apreciara el lado positivo de la vida que le esperaba.

Al inicio de la historia, Alba elige actitudes moralmente reprobables por acciones impulsivas. Por otra parte, la personalidad introvertida de la joven hace que se sienta inferior e incapaz de expresar sus sentimientos amorosos. Por si fuera poco, le añadí algunos obstáculos en su vida familiar. Con este cóctel pretendía que el personaje sintiera una presión que la empujara a realizar cambios para comprender cómo podía modificar «los detalles» de su vida. Pequeñas transformaciones, que, sumadas, la llevarían a otra percepción de su propia realidad.

El tiempo la encerró en una espiral rutinaria por la que la protagonista debía moverse para evolucionar. La elección consciente de una u otra acción tienen repercusiones en su historia y además, debe abordar consecuencias inesperadas que la obligan a hacer nuevas elecciones, lo que a la vez la conducen a nuevas consecuencias.

En definitiva, nuestros personajes tienen que tener tintes de realismo, acciones y consecuencias, toma de decisiones y nuevas consecuencias, conflictos y una resolución final.

Creación del personaje 1

LA CREACIÓN DEL PERSONAJE ES EL PUNTO DE PARTIDA DEL RELATO

CREACIÓN DEL PERSONAJE
Personaje creado por Arthur Conan Doyle

Una de las esencias de cualquier relato es el personaje o personajes. No deja de ser curioso que muchos lectores hayan olvidado al creador del protagonista de alguna historia, e incluso habrán convertido el personaje ficticio en persona real. Breve ejemplo, ¿Sherlock Holmes fue concebido por…?

Si yo fuera Arthur Conan Doyle y nadie se acordara de que yo creé al detective Holmes, estaría orgulloso de la trascendencia de mi personaje, de cómo me ha superado (al menos yo querría eso).

Estoy de acuerdo con Isabel Cañelles (La construcción del personaje literario) cuando dice que «Don Quijote está más vivo que Cervantes» o que «Hamlet nos atormenta mejor que Shakespeare, hijo del sombrerero de Stratford.» Para Cañelles, los lectores se sentirán «cautivados por su irrealidad».

Patrick Süskind logró que oliera los perfumes leyendo su libro (¡y eso que sufro de una rinitis crónica que a veces me deja sin olfato!). Ahí estriba el éxito del personaje. Si se logra que el lector perciba por los sentidos del protagonista, que comparta o discrepe de sus opiniones, que tema por su vida o integridad, es que hay un gran creador detrás. Eso es lo admirable de los grandes escritores.

Los griegos usaban una máscara para distanciar al actor del personaje. Intento algo parecido cuando concibo al protagonista y los demás personajes que lo acompañarán a lo largo del recorrido de la obra. Dejo que tengan una voz propia y trato de no interferir en su evolución. Me obligo a dejarlos avanzar solos sin pensar en el qué dirá la gente. Creo que es importante desvincularte de las personas que intervienen en la obra. Piénsese que es un bebé recién nacido, pero que al paso de los años desarrollará su carácter propio, tendrá un lenguaje particular, gestos, tics… Puede ser que le guste soltar improperios o hablar a gritos, aspectos contrarios a tu propia personalidad. Por eso es importante dejarlo que grite o que diga palabrotas. Si pensamos que nuestra mamá va a leer el texto y nos va a tachar por «maleducados» estaremos cometiendo un error: nos estaríamos autocensurando y el personaje puede perder naturalidad y realismo.

Crear el personaje de un relato es una tarea compleja. Desde mi modesta perspectiva, creo que el escritor tiene que jugar a ser Dios porque moldea, a partir del barro, una estructura que tendrá aspecto físico, moral y perfil psicológico. Una persona con fortalezas y vulnerabilidades; alguien que, en ocasiones, puede perder el control o incluso arrebatárselo a su creador.

De ahí que lo compare al hecho de dar a luz un bebé y ser testigos del crecimiento: observamos cómo madura, nos reímos con los primeros balbuceos, corremos cuando llora, lo compartimos con amigos y familia (el público), sentimos inquietud cuando sufre y llora, lloramos de alegría al ver sus éxitos.

El personaje es un ser independiente que tendrá éxito cuando trascienda al creador.

Cuando leas una novela o un relato céntrate en el personaje, observa cómo ha sido concebido, cómo se explican sus rasgos físicos o psicológicos, qué lenguaje utiliza, cómo piensa, cuáles son sus habilidades, sus fortalezas y flaquezas, qué dicen los demás de él…

La idea: ¿de dónde obtengo un argumento?

Esperando el vuelo

Hace unos días comenté en la publicación ¿cómo concebir una novela? la importancia de tener una idea (un argumento o trama) para iniciar nuestro relato.

Siempre les digo a mis alumnos que planteen las ideas antes de abordar la redacción de un texto, cualquiera que sea. Esbozar en pocas líneas nuestro propósito y añadir algunas frases orientativas.

Hay un universo de historias infinitas sobre las que escribir. No todo está dicho y si se ha dicho, cada individuo puede aportar un punto de vista distinto o mirar el objeto desde otra óptica.

Para empezar, cada persona tiene su propia historia, y aunque parezca igual, no lo es. La forma de interpretar la realidad, la percepción de lo cotidiano varía de individuo a individuo. Todos llevamos un narrador dentro y nos encanta compartir nuestras historias cotidianas, o sentarnos en una cafetería con viejos amigos para evocar la juventud o la infancia y ser felices también con ello.

Algunos autores no revelan cómo eligen sus historias. Otros dicen que son las historias quienes los eligen a ellos. Puede ser que encuentres una noticia en un periódico y te inspires. Puede ser que un sobre de azúcar contenga una sugerente frase con la que iniciar un relato. La historia personal, la de la familia, la del colegio o la de un viaje…

Elige un conflicto o invéntalo en torno a uno o varios personajes. Preséntalo, enrédalo en un problema y busca una solución.

Los fotógrafos se valen de sus máquinas para captar momentos de la vida y transformarlas en mensajes. El que desee escribir seguro que observa la realidad como hace un pintor o un fotógrafo, pero en lugar de colores o imágenes, compondrá el cuadro con palabras.

Un ejemplo: ¿hay algo en particular en una pasajera que aguarda la señal para embarcar en el avión que la llevará a su destino? Tal vez no. Pero tal vez sí. La disposición en el asiento, los movimientos que haga, levantarse o sentarse, estirar las piernas, rebuscar en el bolso, llamar por teléfono, perder la vista en el techo de la sala… Para alguien que le guste escribir, ahí puede haber una historia. Tenemos el personaje, ¿Cuál será la trama? ¿Cuál será el nudo? ¿Cuál el desenlace?

Si consigues responder a estas preguntas, tendrás el argumento de tu historia.

¿Cómo concebir una novela?

Pertenezco al grupo de personas que escribe de manera espontánea, sin mucha planificación. Tal vez porque mis primeros lectores han sido siempre mis hijos y a ellos les dedico el esfuerzo sin pensar quién más leerá mis textos luego. De momento esa es la motivación principal. A veces ellos mismos me «encargan» la historia que les gustaría leer: una de héroes de pacotilla, una de fantasía, una de ficción.

Así me dejo llevar y parto de una idea, por supuesto, pero dejo que los personajes, los lugares y la trama vayan construyéndose, como si tratara de rellenar La Nada de Michael Ende, aquella que engullía la fantasía.

Para mí, escribir es un proceso catártico que me abre una puerta a otra habitación de casa y me lleva a recuperar objetos extraviados en la memoria o doy rienda suelta a pensar qué sucedería si… Suelo cerrarla a mis espaldas y dejarme arrastrar por el personaje o los personajes. Disfruto del proceso de maduración de ellos, de cómo van evolucionando de manera imprevisible a lo largo de las páginas.

Concebir una estructura previa me resulta muy complicado. Creo que no conseguiría llegar a ninguna parte. No tengo la paciencia de programar y prefiero improvisar. Luego, voy rellenando los huecos y empujando las cosas hacia una parte u otra cuando encuentro la respuesta que estaba buscando.

Pero no es la única fórmula. También puedes ser una persona minuciosa, que no te gusta dejar nada al azar. Es posible concebir la obra capítulo a capítulo, paso a paso. Determinar los nudos y desenlaces. Preconcebir la estructura, tener lista la información…

O moverse en medio de las dos líneas. Lo importante es la IDEA.