Ivanevsky heredó el arte de pintar de su padre. Cuando creció, lo convirtió en su vocación y desde los 15 años se dedicó por entero a esta creativa profesión.
Entendió a la perfección la personalidad e idiosincrasia de San Juan de la Rambla y puso cara y espíritu a los personajes de la obra.
Ha sido una experiencia gratificante; un orgullo haber podido contar con una mano experta y con la especial sensibilidad que aportó a la obra.