Un saludo desde Méjico

Ivanevsky heredó el arte de pintar de su padre. Cuando creció, lo convirtió en su vocación y desde los 15 años se dedicó por entero a esta creativa profesión.

Entendió a la perfección la personalidad e idiosincrasia de San Juan de la Rambla y puso cara y espíritu a los personajes de la obra.

Ha sido una experiencia gratificante; un orgullo haber podido contar con una mano experta y con la especial sensibilidad que aportó a la obra.

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