Creación del personaje 1

LA CREACIÓN DEL PERSONAJE ES EL PUNTO DE PARTIDA DEL RELATO

CREACIÓN DEL PERSONAJE
Personaje creado por Arthur Conan Doyle

Una de las esencias de cualquier relato es el personaje o personajes. No deja de ser curioso que muchos lectores hayan olvidado al creador del protagonista de alguna historia, e incluso habrán convertido el personaje ficticio en persona real. Breve ejemplo, ¿Sherlock Holmes fue concebido por…?

Si yo fuera Arthur Conan Doyle y nadie se acordara de que yo creé al detective Holmes, estaría orgulloso de la trascendencia de mi personaje, de cómo me ha superado (al menos yo querría eso).

Estoy de acuerdo con Isabel Cañelles (La construcción del personaje literario) cuando dice que «Don Quijote está más vivo que Cervantes» o que «Hamlet nos atormenta mejor que Shakespeare, hijo del sombrerero de Stratford.» Para Cañelles, los lectores se sentirán «cautivados por su irrealidad».

Patrick Süskind logró que oliera los perfumes leyendo su libro (¡y eso que sufro de una rinitis crónica que a veces me deja sin olfato!). Ahí estriba el éxito del personaje. Si se logra que el lector perciba por los sentidos del protagonista, que comparta o discrepe de sus opiniones, que tema por su vida o integridad, es que hay un gran creador detrás. Eso es lo admirable de los grandes escritores.

Los griegos usaban una máscara para distanciar al actor del personaje. Intento algo parecido cuando concibo al protagonista y los demás personajes que lo acompañarán a lo largo del recorrido de la obra. Dejo que tengan una voz propia y trato de no interferir en su evolución. Me obligo a dejarlos avanzar solos sin pensar en el qué dirá la gente. Creo que es importante desvincularte de las personas que intervienen en la obra. Piénsese que es un bebé recién nacido, pero que al paso de los años desarrollará su carácter propio, tendrá un lenguaje particular, gestos, tics… Puede ser que le guste soltar improperios o hablar a gritos, aspectos contrarios a tu propia personalidad. Por eso es importante dejarlo que grite o que diga palabrotas. Si pensamos que nuestra mamá va a leer el texto y nos va a tachar por «maleducados» estaremos cometiendo un error: nos estaríamos autocensurando y el personaje puede perder naturalidad y realismo.

Crear el personaje de un relato es una tarea compleja. Desde mi modesta perspectiva, creo que el escritor tiene que jugar a ser Dios porque moldea, a partir del barro, una estructura que tendrá aspecto físico, moral y perfil psicológico. Una persona con fortalezas y vulnerabilidades; alguien que, en ocasiones, puede perder el control o incluso arrebatárselo a su creador.

De ahí que lo compare al hecho de dar a luz un bebé y ser testigos del crecimiento: observamos cómo madura, nos reímos con los primeros balbuceos, corremos cuando llora, lo compartimos con amigos y familia (el público), sentimos inquietud cuando sufre y llora, lloramos de alegría al ver sus éxitos.

El personaje es un ser independiente que tendrá éxito cuando trascienda al creador.

Cuando leas una novela o un relato céntrate en el personaje, observa cómo ha sido concebido, cómo se explican sus rasgos físicos o psicológicos, qué lenguaje utiliza, cómo piensa, cuáles son sus habilidades, sus fortalezas y flaquezas, qué dicen los demás de él…

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